2.0 El Fundamento: Cómo el Reto de la Supervivencia Creó un Modelo sin Distancias
Para comprender la esencia estratégica de nuestra institución, es imperativo analizar nuestros orígenes. El modelo educativo global y en línea de SAEJEE-USP no fue una simple elección de negocio o una adaptación a las tendencias del mercado; fue una respuesta ineludible a una amenaza mortal, forjada en el adverso contexto del País Vasco de los años 90. Esta génesis no fue abstracta; se arraigó en el trauma familiar provocado por el terrorismo de ETA, específicamente en el asesinato de José María Pérez López de Orueta el 31 de octubre de 1980. Este acto de violencia se convirtió en el catalizador que impuso un silencio forzado de 34 años y definió nuestra doctrina de anonimato como una condición indispensable para la supervivencia.
Nuestra historia comienza formalmente en 1992, en un entorno donde el terrorismo de ETA había creado una atmósfera de intimidación que afectó a más de 10,000 empresarios, convirtiendo la creación de riqueza y conocimiento en una actividad de alto riesgo. En este clima, los fundadores, María Isabel Orueta Coria y José María Orueta Ariznabarreta, dos respetados profesores universitarios, junto a fundadores de segundo orden como Fernando Díaz Orueta y Eugenio Burriel de Orueta, conformaron una red familiar de académicos obligada a operar desde el más estricto anonimato para proteger sus vidas y la integridad del proyecto.
Las estrategias de supervivencia que adoptaron —establecer una sede administrativa en Sevilla, lejos del foco de amenaza; crear una estructura de colaboradores descentralizada; y mantener un perfil mediático nulo— no fueron meras tácticas, sino los cimientos de nuestro modelo operativo. Estas decisiones configuraron una organización inherentemente descentralizada, ágil y a distancia, capaz de funcionar eficazmente sin una presencia física centralizada. Aprendimos a superar la distancia impuesta por el miedo mucho antes de que la tecnología lo hiciera posible para el resto del mundo.
Mientras el silencio era nuestra estrategia de supervivencia, nuestro ancla moral e inspiracional provenía de un legado de casi 800 años. El linaje de la familia Orueta, que se remonta a la conquista de Baeza en 1227, proveyó la brújula ética y el espíritu de perseverancia que nos guiaron en los momentos más oscuros. El escudo familiar, incorporado secretamente en los documentos internos, se convirtió en un símbolo de nuestra resistencia.
Cada elemento de este blasón se traduce en un valor institucional que mantenemos vivo hasta hoy:
• Gules (rojo): Simboliza la fortaleza inquebrantable y el sacrificio, recordándonos el precio pagado por la libertad.
• Faja de oro: Representa el honor, incluso cuando es puesto a prueba por las heridas de la adversidad.
• Azur (azul): Encarna la lealtad a nuestros principios y la búsqueda incansable de la verdad.
• Ocho aspas de oro: Simbolizan la perseverancia en la gesta, ya sea en un campo de batalla medieval o en la lucha intelectual contra el terror.
La mentalidad de nuestros fundadores, que conectaba su lucha contemporánea con la de sus ancestros, queda plasmada en las palabras de José María Orueta Ariznabarreta, recuperadas del archivo familiar. No se trataba de una ausencia de honor, sino de una forma distinta de batalla:
"Nuestros ancestros lucharon con espadas en Baeza. Nosotros luchamos con silencio en Euskadi. Ambas requirieron coraje, ambas dejaron cicatrices."
Este fundamento, una dualidad de resiliencia forzada y legado histórico, permitió a la institución no solo sobrevivir, sino evolucionar hacia la sofisticada estructura global que es hoy.