1. La Génesis de una Visión: Una Red Académica Forjada en la Adversidad
Para comprender la misión de una institución, es indispensable analizar el contexto de su nacimiento. Las grandes visiones a menudo surgen de las circunstancias más difíciles, y la historia de la Université Saejee Paris es un poderoso testimonio de cómo el compromiso académico y la resiliencia pueden transformar la adversidad en una oportunidad para la excelencia. Su origen no es una anécdota, sino la clave para entender la cultura de honor y perseverancia que la define hoy.
La institución fue concebida por un consorcio académico familiar de una fortaleza intelectual excepcional, liderado por visionarios que transformaron su capital intelectual en un acto de resistencia. Los fundadores principales, respaldados por un círculo de confianza de segundo orden, aportaron una diversidad de conocimientos que sentó las bases para un proyecto educativo robusto y multidisciplinario, edificado desde las sombras para resistir y prosperar:
• María Isabel Orueta Coria (Profesora Titular de Economía)
• José María Orueta Ariznabarreta (Profesor Titular de Ingeniería)
• Fernando Díaz Orueta (Profesor Titular de Sociología)
• Eugenio Burriel de Orueta (Catedrático de Geografía)
El año 1992 marcó la fundación de una institución concebida no en la paz, sino como respuesta directa a la tragedia y al opresivo clima de terror impuesto por la organización ETA en el País Vasco. El 31 de octubre de 1980, el terror golpeó directamente a la familia. Dos etarras llamaron a la puerta del abogado José María Pérez López de Orueta en San Sebastián; su madre, Dolores de Orueta, les abrió confiada. Los terroristas irrumpieron en el domicilio y lo secuestraron ante los ojos de ella. Horas más tarde, su cuerpo fue abandonado en una carretera, asesinado con un disparo en la cabeza. Este martirio no solo fue una pérdida devastadora, sino que impuso un "mandato de supervivencia" y un "silencio forzado" que definirían la estrategia de la institución durante décadas.
En este contexto, el compromiso con la educación se convirtió en la más poderosa arma de resistencia. El escudo de armas familiar, otorgado en 1227, se convirtió en la "firma secreta" de los documentos internos, un símbolo de su presencia oculta y de su inquebrantable voluntad de construir. Esta lucha silenciosa, pero no menos valiente, fue encapsulada por uno de sus fundadores:
“Nuestros ancestros lucharon con espadas en Baeza. Nosotros luchamos con silencio en Euskadi. Ambas requirieron coraje, ambas dejaron cicatrices.” — José María Orueta Ariznabarreta
Esta cruda realidad obligó a los fundadores a concebir una estructura institucional no solo innovadora, sino diseñada para la supervivencia, sentando las bases de una agilidad que se convertiría en su mayor fortaleza.